miércoles, 26 de diciembre de 2012

La Ciudad Jardín Madrid-Guadarrama

Oír hablar de estaciones de AVE fantasmagóricas, aeropuertos vacuos y malogradas urbanizaciones a pie de campo, nos retraen a una época muy reciente donde los proyectos de megalomanía estaban unidos a la eclosión del ladrillo, del dinero fácil y de la especulación con mayúsculas. Bajo pretexto de mejorar las comunicaciones se han ejecutado muchas obras sin sentido, con el objetivo de lucrar económicamente a los actores principales en detrimento de las arcas estatales, autonómicas o municipales.
Cuerda Larga
Este tipo de obras públicas no es exclusivo del s.XXI; allá por el s.XVI ya hubo un tal Juan Bautista Antonelli que de la mano de Felipe II elaboró un proyecto que pretendía hacer navegable el Tajo y conectar Lisboa con Madrid. La ciclópea obra de ingeniería hidráulica contó con pocos apoyos dentro de la Corte y sobre todo con poco apoyo económico, por lo que quedó en papel mojado. De aquello, únicamente sobrevivió el viaje que el propio Antonelli realizó en barca desde Lisboa a Madrid en 1582 para demostrarle a Felipe II que el proyecto era viable. El objetivo era facilitar las comunicaciones entre capitales a través de la accidentada orografía peninsular.
Durante el s.XVIII también se llevaron a cabo inconclusos proyectos que pretendían cohesionar la recién instaurada monarquía borbónica a base de extensas vías de comunicación que cubrirían todo el territorio peninsular. La red viaria en ciernes partiría desde Madrid y con forma radiocéntrica extendería sus ramificaciones a todas las capitales de provincia. Aun hoy se sigue insistiendo en este modelo implantado por los ingenieros franceses que trajo Felipe V.
Con la aparición del ferrocarril y de los nuevos medios de transporte se abrió un amplio abanico para desarrollarlos. Surgieron multitud de proyectos que pretendían llevar el tren a todos los rincones del reino, con varios propósitos como el caso que nos ocupa.
Corría el año 1929, la Dictadura de Primo de Rivera estaba dando los últimos estertores y aún se vivía de la boyante década de los 20 cuando el ex diputado a Cortes D. Miguel Alcalá presentó un anteproyecto que pretendía unir mediante ferrocarril la capital con las altas cumbres de la Cuerda Larga.
La prensa de la época se volcó en dar cobertura a las pretensiones del ex diputado. Bajo pretexto de acercar las redescubiertas montañas guadarrameñas a las clases medias y bajas, el proyecto contemplaba la creación de una línea férrea que desde el madrileño barrio de Tetuán (con conexión con el Metropolitano) conectase con Chozas de la Sierra (Soto del Real), y desde allí mediante un tren cremallera hasta la loma de los Bailanderos (o Navacumbre) a 2.200 m de altitud. Con todo ello se facilitaba que las clases menos pudientes pudiesen visitar la sierra en un día y volver a Madrid al atardecer, habiendo disfrutado antes de unas excelentes vistas: La Pedriza, Las Cabezas, La Maliciosa, Peñalara, La Najarra, el valle de Lozoya, Los Siete Picos, la llanura segoviana y la falda madrileña con el Embalse de Santillana de emblemático fondo. Anteriormente solo un puñado de aguerridos deportistas siguiendo las corrientes más modernas e innovadoras de Europa se atrevían a ascender a aquellas cumbres, so pena de los pastores que en verano ascendían con su ganado para gozar no tanto de las vistas cuanto de los verdes pastos.
Línea Madrid-Sierra
El proyecto consideraba necesaria la creación de un núcleo urbano donde se efectuase el cambio de vía. Esta conurbación había sido bautizada de antemano como Madrid Sierra y se ubicaría en el llamado Hueco de San Blas (1.100 m). Obviamente para dar comodidades a los visitantes serranos, se construirían también albergues en la cima de Navacumbre con el propósito de facilitar la estancia de los visitantes que optaran por pasar noche en lo más alto de la cresta guadarrameña.
Poco a poco surgieron artículos en prensa que iban desgranando el futuro más cercano de Madrid-Sierra: la creación de una ciudad jardín siguiendo el modelo de los urbanistas más reputados de Europa. Madrid-Sierra se convertiría en el Chamonix de los madrileños.
La inestabilidad política, la crisis financiera y la falta de inversión privada convirtieron el proyecto en papel mojado.
Cabe destacar como los aviesos inversores urbanísticos no perdían la oportunidad de hacer negocio. Detrás del hecho de acercar la Sierra a la capital, se escondían sus verdaderas pretensiones: una suculenta operación donde la compañía constructora se garantizaba el monopolio de las comunicaciones y de los servicios así como de la venta de terrenos:
“El éxito financiero de toda ciudad-jardín depende en gran parte del mercado que se crea para las tierras de la ciudad”
¿A quién no le suena este modelo de negocio tan en boga hace unos años?
La especulación tardó unos cuantos años más en hacer mella en el frágil entorno guadarrameño. Las postreras vías de comunicación, las pistas de esquí y el crecimiento urbano desaforado de los distintos pueblos y aldeas, terminó de dar la puntilla a este entorno privilegiado. ¿Qué hubiese sido de todo ello si hace cien años se hubiera declarado el Parque Nacional del Guadarrama como estuvo proyectado en su origen? Nunca lo sabremos, lo que si descubrimos a lo largo de esta centuria es el interés que siempre hubo en que el Parque nunca saliera adelante para poder urbanizar desde las faldas hasta las cumbres en proyectos megalómanos como el de Madrid-Sierra.
La conquista de la Sierra como colonización de tierras ignotas queda reflejado en el texto que en su día escribió D. Hilarión González del Castillo(*):
“Los primeros pobladores de la ciudad jardín Madrid-Guadarrama deberán ser los obreros y empleados de la Compañía constructora que hagan esos trabajos de explanación, apertura de calles, etc., a los cuales se les albergará, provisionalmente, pero en forma cómoda, sana, agradable, en barracas fácilmente desmontables o en casas baratas, dándoles siempre un campo de tierra que cultivar. Tras los agricultores-colonos vendrán los industriales, que traerán capitales abundantes, personal numeroso, iniciativas, espíritu de laboriosidad intensa y de solidaridad, todo lo cual producirá nueva riqueza. Y, por último, vendrán los comerciantes, los residentes, los que pueblen la zona de hoteles de verano y casitas de campo “
(*) Revista Construcción Moderna Año XXVII nº9 fecha 15-05-1929

martes, 13 de noviembre de 2012

Muño el Manco

El origen del pueblo de Valdemanco hay que rebuscarlo en el libro de la Montería de Alfonso XI. Allí se nos habla de “el Valle del Albate y de la Casa de Muño Manco”. Sin embargo, una leyenda muy entendida en la zona nos cuenta dicho origen de una forma muy diferente.
Valle de Muño el Manco





Esta leyenda sitúa la primera piedra de Valdemanco en una venta erigida por Juan Valdés, vecino de Bustarviejo y a la sazón manco. Al no poder trabajar en el campo por su discapacidad, optó por el negocio hostelero y situó la Venta a escasos kilómetros de su antigua morada. Sus hijas emparentaron con bustareños y eligieron vivir cerca de su padre. Así, casa a casa, la primitiva venta se convirtió en poblado y no sería hasta 1926 cuando adquirió la condición de Villa.
Escudo de Valdemanco

miércoles, 31 de octubre de 2012

Telegrafía óptica

Mis vagos recuerdos de la infancia me sitúan en el Puerto de Navacerrada, disfrutando de una jornada nival: bolas de nieva, pies mojados y un frío abrigo koreana. A pesar de las inclemencias el disfrute del día era de lo más completo. En pleno fragor de la batalla, una bola de nieve golpeó azarosamente a un enjuto señor que paseaba con su mujer por el camino de la Residencia del Ejército del Aire. “Disculpe, señor” me apresuré a decir, mientras el susodicho limpiaba su impecable abrigo gris de los restos del impacto níveo. Levantó la mirada y me espetó “A batallar al Telégrafo, mocoso”.
Telégrafo óptico de Cabeza Mediana

Pasados los años volví a recorrer la zona, esta vez en verano, para comprobar que la nieve no era la culpable de haber cubierto el Telégrafo, y que desde la perspectiva estival al menos encontraría a señor operario que lo maneja. Ni una cosa, ni otra, aquello era un paisaje desolado, las pistas de esquí habían dejado paso a unos terraplenes que se perdían en la espesura del bosque, el ajetreo de los alquileres de esquís, botas y bastones había cesado hace unos meses y la única maquina que observé fue los remontes ahora parados e imaginé que en oportuna revisión.De aquello que salió de su boca, lo del Telégrafo fue lo que más me caló, más incluso que el agua en las katiuskas verdes, o el hielo en las calcetas de lana. ¿Habría un señor con una máquina antigua por allí cerca? ¿Existía la maquina y necesitaban a alguien que la manejase? ¿Dónde estaba? ¿Para qué servía?
Ni rastro del telégrafo, sin embargo los carteles rezaban que allí estaba la pista del Telégrafo, intrigante y desconcertante. Un misterio que a mi corta edad seguía sin resolverse y que lentamente se diluyó en mi memoria.
No fue hasta hace poco cuando recorriendo los caminos me topé con lo que había sido el Telégrafo Óptico de Cabeza Mediana, en las proximidades de Moralzarzal y Collado Mediano. Este hallazgo removió mis recuerdos más escondidos y rescató de lo más profundo el episodio del telégrafo de Navacerrada. ¿Y si aquel lugar albergó otra torre como la que ahora contemplo?
Nada más llegar a casa me puse a investigar y buceé en la biblioteca para obtener información sobre las misteriosas torres ópticas que jalonaban antiguas rutas y caminos. Resulta que hubo un tiempo, quizás no muy lejano en el que no había teléfonos, ni móviles, ni faxes, ni siquiera buscas. En ese entorno, hablamos de finales del s.XVIII y principios de s.XIX, el medio para transmitir las noticias y los mensajes era a través del correo de postas. Este medio había funcionado desde tiempos inmemoriales: las cartas se llevaban a través de manderos (correos) que cambiaban de caballo en las diferentes postas que tenían previstas. Así lograban, de una manera bastante eficiente, llevar mensajes por toda Europa a lomos de las caballerizas.
Sin embargo el concepto de comunicación fue poco a poco sufriendo los empujes de la modernidad y no fue hasta finales del s.XVIII cuando surge en Francia el concepto de telegrafía óptica de la mano de Claude Chappe. Este ingeniero logró que la Asamblea Nacional Francesa aprobase su plan para conectar Paris y Lille mediante una red de torres que reproducirían mensajes cifrados. De esta forma en 1794 finaliza la obra, con 22 torres que salvan los 230 kilómetros que separaban ambas ciudades francesas, y se transmite el primer telegrama de la historia en menos de una hora.
Telégrafo Óptico de Chappé
Los brazos móviles de la parte superior de la torre generaban códigos que eran reproducidos por las siguientes torres.
Código alfabético de Chappé
Este hito unido a la necesidad de comunicación por parte de la emergente Francia revolucionaria, hace que Chappe saboree las mieles del éxito y Francia extienda la red de torres hasta cubrir 5000 km. Casi al mismo tiempo, su vecina y enemiga Inglaterra, gestaba su propio sistema de telegrafía uniendo Londres con los puertos del canal de la Mancha.
Mientras tanto en España, Agustín de Betancourt y Molina diseña junto con Abraham Louis Breguet un sistema de telegrafía mucho más simple y eficaz que el sistema de Chappe. Este diseño fue presentado en la Academia de Ciencias del Instituto de Francia en 1797, y a pesar de todas las ventajas sobre su antecesor fue inmediatamente desechado. Quizás debió tener algo que ver que el propio Chappe era el jefe de los telégrafos franceses y encargado de dar el visto bueno al ingenioso diseño de Betancourt.
De vuelta a Madrid, el diseño fue presentado a Carlos IV del que obtuvo la aprobación para la instalación de la telegrafía en España, corría el año 1799 y el extraordinario proyecto suponía conectar Madrid con Cádiz, pasando por Aranjuez. Finalmente el proyecto se llevó a cabo pero sólo llego hasta Aranjuez. Los problemas económicos que asolaban la Hacienda unido a las dificultades técnicas limitaron considerablemente la colosal obra inicialmente diseñada.
Desde 1800 hasta 1831 apenas hubo cambios en la red de telegrafía, y no fue hasta la aparición de Juan José Lerena y Barry que supuso un espaldarazo. Este marino liberal, defensor de Cádiz ante los Cien Mil Hijos de San Luis y exiliado a los Estados Unidos, ideó un novedoso sistema de telegrafía que servía tanto “de noche como de día y tanto por tierra como por mar”. En 1831 restituido de sus cargos y aun bajo el reinado de Fernando VII recibe el encargo de construir una red de telegrafía que uniría los Reales Sitios con Madrid.
La primera línea que construirá, basada en la antigua de Betancourt, es la de Aranjuez, con cuatro estaciones: Torre de los LujanesCerro de Los Ángeles, ambas en Madrid, Cerro de Espartinas en Valdemoro, y Monte Parnaso en Aranjuez.
Línea telégráfico-óptica Madrid-Aranjuez
En 1832, entra en funcionamiento la red que une Madrid y La Granja de San Ildefonso con estaciones en Hoyo de Manzanares y Puerto de Navacerrada.
En 1834 comenzó a funcionar la línea Madrid- Carabanchel Alto, San Ildefonso- Riofrio y se empieza a construir la línea Madrid- El Pardo.
El inicio de las guerras carlistas pone freno a este desarrollo y no será hasta 1843 cuando se retome la necesidad de avanzar en el plano de las comunicaciones. Es ese momento la telegrafía eléctrica ya estaba dando pasos hacia su imposición frente al modelo óptico. Sin embargo había varias dudas que se cernían en los nuevos gobernantes a la hora de implantar este modelo innovador.
La presencia de partidas carlistas que podrían sabotear la red de cableado, unido a lo accidentado de la orografía peninsular y al carácter poco emprendedor del ministerio de Gobernación facilitaron que la decisión recayera en el modelo de telegrafía óptica, plenamente implantado que con sus deficiencias seguía siendo el más seguro para las comunicaciones.
Don José María Mathé Aragua, discípulo de Lerena, fue el elegido en 1843 para un gran proyecto que pretendía unir todas las capitales de provincia con Madrid mediante su propio sistema de telegrafía óptica.
D. José María Mathé
Su particular sistema incluía instrucciones precisas para la ubicación de las torres, preferentemente al lado de los caminos para que el mantenimiento de las mismas fuese más efectivo, a una distancia que solía comprender entre 10 y 15 km, con una estructura en tres pisos a los que se accedía mediante una escalera de caracol, fácilmente defendible desde el interior. Se intentaban aprovechar estructuras existentes, de esta forma se evitaría la construcción de más torres y el consiguiente desembolso monetario.
En 1845 se puso la primera piedra a la línea de Castilla, que uniría Madrid – Irún y que constaba de 52 torres y que entró en funcionamiento en octubre de 1846.
En 1848 comenzó a construirse la línea de Madrid-La Jonquera que pasaba Aranjuez, Ocaña, Tarancón, Almansa, Valencia, Castellón, Peñíscola, Vinaroz, Tarragona, Barcelona, Gerona y Figueras. Aunque la línea que unía la capital con Valencia funcionó con cierta regularidad, no fue así en el caso de Valencia y Barcelona que no llegó funcionar.
En 1850 comenzó a funcionar la línea de Andalucía que comunicaba por media de 59 torres la capital gaditana con Madrid. En 1851 la línea llegó a Cádiz, posteriormente se construyó el ramal hacia San Fernando en 1853.
Telégrafo Óptico de Mathé
A pesar de las bondades del sistema ideado por Mathé, era obvio que el sistema pronto caería en desuso. La rápida implantación del sistema de telegrafía eléctrica en Europa, con sus excelentes resultados llevo a que en 1852 comenzase el tendido de cables para la construcción de una red de telegrafía eléctrica que uniese Madrid e Irún. Guadalajara, Zaragoza, Pamplona y Vitoria era lugares de paso de este nuevo modelo; postes de telegrafía adornarían campos y ciudades en pos de una comunicación más efectiva.
En 1855 llega la red hasta Irún. Comprobada su fiabilidad y su eficacia, ese mismo año se crea un plan nacional para el establecimiento de una red que cubriese todo el territorio. A mediados de 1855 dejó de funcionar la línea de Castilla y en 1857 toda la red creada por Mathé dejó paso a los nuevos tiempos.
Las torres fueron desmanteladas, y transferidas a la Guardia Civil quedando sólo para usos secundarios como torres vigía y almacenes.
Remonte del Alto del Telégrafo
De esta forma el telégrafo que coronaba el alto de Navacerrada fue desmontado. El frio, el viento y el abandono hicieron el resto. El recuerdo sólo queda en el nombre de una pista de esquí, ese que brotó de mi memoria para rescatar la historia de la telegrafía. Si no hubiese sido por el enjuto señor quizás hoy nada hubiese sabido de la historia que albergaba ese cerro, efímera como la nieve que lo cubre (cada vez menos).
Desde Senderisbook brindamos un homenaje a aquellos precursores y protoingenieros de telecomunicaciones que con la mirada puesta en el futuro entendieron que la sociedad tiene un pilar fundamental en la comunicación, ya sea mediante telégrafos, teléfonos, móviles, faxes, buscas o la mismísima web que tú, querido internauta, acabas de leer.

viernes, 26 de octubre de 2012

Atalayas de la Comunidad de Madrid

A menudo en nuestro caminar por sendas y veredas nos topamos de una forma más o menos fortuita con restos de antiguas edificaciones, testigos mudos del paso del hombre por esos lugares. La curiosidad y la intriga con la que nos acercamos a dichas ruinas se mezclan con el arte adivinatorio, y se hace indefectible elaborar teorías sobre lo qué pudo ser en su día. Simples cercados para el ganado pasan a ser castros celtas en nuestra imaginación, colmenares abandonados se convierten en granjas medievales y majanos pétreos en ricas tumbas visigodas. Sin embargo hay construcción evocadora por excelencia: las torres.
Atalaya del molar

De estas atalayas podemos decir que son estructuras cilíndricas de mampostería más o menos trabajada, asentadas en algún afloramiento rocoso, con un diámetro que oscila entre los cinco y seis metros y una altura de 12 o 13 metros. Los gruesos muros de metro y medio de ancho, dejan sólo un habitáculo de tres metros.Entre los ríos Guadarrama y Jarama se encuentran salpicadas varias de estas atalayas, construidas en el siglo X por Adb al Ramahman III tenían como objetivo el proteger los accesos a las medinas mas importantes como Magerit y Talamanca, amenazadas desde finales del s.IX por incursiones castellanas que cada vez presionaban mas desde el norte.
El acceso pequeño y en alto permitía resistir mejor un asalto del enemigo y a través de él se llegaba a una estancia y sobre ésta otras dos a las que se accedían mediante un hueco en suelo de madera. De una planta a otra se accedía con una escalera de mano, quizás la misma que servía para acceder por la abertura exterior. En estas estancias convivían los vigías encargados de dar alerta cuando fuese perceptivo encendiendo una hoguera en lo alto de la atalaya.
La privilegiada situación de las atalayas permitía formar una red que interrelacionaban entre ellas: El Vellón, El Berrueco, Venturada y Arrebatacapas (a las que habría que sumar las desaparecidas de El Molar y Torrelaguna) se encargaban de vigilar los ríos Jarama y Guadalix, mientras que Torrelodones y La Torrecilla, observaban el paso del rio Guadarrama.
· El Vellón: Se encuentra a la derecha de la carretera que une El Vellón con Talamanca del Jarama a través de El Espartal. Enlaza con las demás atalayas y la ciudad de Talamanca.
· El Berrueco: La mas septentrional , se sitúa entre El Berrueco y El Atazar, en una finca ganadera y vigila el acceso desde Somosierra a través del valle de Lozoya
· Venturada: Localizada en la entrada de la urbanización Cotos de Monterrey en la N-I, vigila la cabecera del rio Guadalix y su acceso desde los puntos más occidentales (como el puerto de la Fuenfria)
· Arrebatacapas: Sita entre la carretera local de Torrelaguna a El Berrueco, y vigila el paso por el arroyo de San Vicente. 
· El Molar: Recreada recientemente, estaba ubicada a un kilometro de El Molar en la antigua carretera de Francia (de hecho su destrucción se debió a las obras de construcción de la misma en el s.XIX). Vigilaba el paso por el rio Guadalix y su ubicación original coincide con el hito geodésico.
· Torrelaguna: Sabemos de su existencia en pleno casco urbano en el s.XVII, sin embargo hoy en día no queda nada de ella. Se cree que esta atalaya da origen al nombre de la villa.
En torno al rio Guadarrama, se ubican las atalayas de:
· Torrelodones: Situada a la vera de la N-VI, en la carretera que une Torrelodones y Galapagar, en la urbanización Las Marías. Transformada por sucesivas actuaciones en un castillejo que en nada se parece a su original, al que se ha adosado una estructura rectangular. Su excelente ubicación vigilaba el acceso desde el puerto de Valathome a Madrid y al igual que la de Torrelaguna es el embrión que da nombre a la villa.
· La Torrecilla: Ubicada en las estribaciones de la Sierra de Hoyo de Manzanares, vigilaba el paso entre el valle del Manzanares y el del Guadarrama. Generalmente asociada a un atajo para la trashumancia. Apenas se conserva un zócalo de mampostería y varias hiladas de la otrora imponente atalaya del collado de la Torrecilla
Estas dos últimas torres no forman una red, aunque comparten un mismo espacio, se supone que serian puestos avanzados de Madrid y de Calatalifa (Villaviciosa de Odón).
Atalayas de la Comunidad de Madrid
Con la conquista en 1085 de Toledo por las tropas de Alfonso VI, todas estas edificaciones de carácter defensivo caen en desuso y poco a poco se van desmontando y siendo utilizado con otros fines que los inicialmente previstos por Adb al Ramahman III.
Recorrer las rutas que antaño unían las atalayas y contemplar desde su ubicación las excelentes panorámicas que ofrecen. Este es el mejor ejercicio de recreación histórica que podemos hacer, rendir homenaje a estos centinelas que a tantos viajeros han observado, guerreros y caballeros, campesinos y pastores, buscavidas y maleantes que han encontrado refugio en sus muros, al abrigo de tempestades de truenos de cielo y de cañones.
Emergen ahora altivas buscando ser abrigo en pleno siglo XXI, y ser recordadas a nuestro paso como torres que no cayeron, que sobrevivieron a regiones y religiones, a guerras y guerrillas sin perder el norte, ni el sur.

lunes, 15 de octubre de 2012

La batalla de Segovia

Muy pocos de los miles de madrileños que cruzan los fines de semana la sierra del Guadarrama por el puerto de Navacerrada con destino a la Boca de Asno, Los Asientos, La Granja de San Ildefonso o la propia Segovia, tienen conocimiento de los hechos que por estas tierras acaecieron allá por 1937, cuando en plena guerra civil tuvo lugar una cruenta batalla.
El embalse de Revenga y el alto de Cabeza Grande




Es difícil rememorar aquellos días de sangre y fuego mientras observamos el idílico entorno de hoy en día. Centenarios pinos adornan las montañas, mientras el ganado hace suyo el terreno otrora perdido. La quietud del paisaje hoy contrasta con las terribles estampas que se vivieron hace más de 75 años.
En 1937, estabilizado el frente de batalla, las posiciones de los republicanos se sitúan en lo alto de las cumbres: desde el Alto del León, hasta el de Somosierra, cubriendo la vanguardia y el acceso de las tropas franquistas a Madrid por su zona Norte-Oeste. Los sublevados se contentan con mantener la mayoría de las capitales de provincia de Castilla León y esperan que con su gran ofensiva sobre el norte, caigan en su poder las provincias vascas.
En mayo de ese año, el nuevo ministro de Defensa Indalecio Prieto da órdenes para que se prepare una ofensiva sobre la ciudad de Segovia. Con este sorpresivo ataque pretendía por un lado disminuir la presión que estaban sufriendo las tropas republicanas en el norte, haciendo que Franco tuviese que dividir su ejército para apoyar la defensa de Segovia, y por otro conseguir una capital de provincia para la causa republicana (recordemos en este punto que Teruel fue la única capital de provincia ganada para la Republica durante toda la contienda civil).
A pesar de los esfuerzos republicanos por llevar esta ofensiva en secreto, las tropas sublevadas se percataron de que algo se estaba cocinando en el frente de Guadarrama. El continuo tránsito de vehículos y de tropas republicanas por el puerto del León denotaba alguna acción próxima, lo que impulsó que los sublevados reforzaran sus posiciones.
El 30 de Mayo se inicia la ofensiva republicana desde las faldas de de sierra. Las tropas, apoyadas por la aviación republicana, se vuelcan en el asalto de Cabeza Grande, una posición estratégica muy bien fortificada por las tropas franquistas. Más de 300 hombres, bien armados y parapetados aguardan el ataque republicano. La aviación no logra romper la defensa y solo la 31 Brigada logra su objetivo, que no era sino la toma de la carretera de La Granja-Segovia. Sin embargo, el V Tabor de Melilla rechaza a los atacantes que tienen que retroceder a sus posiciones en lo alto de las cumbres.
Tras este primer ataque, que ha supuesto un gran número de bajas por parte de ambos bandos, el efecto sorpresa se diluye y la toma de Segovia se antoja más complicada de lo previsto tras el primer envite.
El 31 de Mayo, la artillería republicana bate sistemáticamente la posición de Cabeza Grande y Cabeza Gatos. Miles de proyectiles impactan en las posiciones franquistas. A continuación la infantería y los carros de combate inician una encarnizada lucha por este cerro, que logran conquistar a mediodía. A esa misma hora los ataques se recrudecen en Cruz de la Gallega, Valsaín, La Pradera, el Cerro del Puerco y el pueblo de La Granja, logrando las tropas republicanas cortar de nuevo la carretera de La Granja-Segovia y acceder a los jardines del palacio de San Ildefonso. En este punto, los sublevados, con el general Varela al frente, logran contener a los republicanos. Dicen las crónicas que el general “invitó” a los heridos leves y a los afectos a la causa a rechazar con cualquier medio a los brigadistas republicanos.
El día 1 de junio las tropas republicanas se dirigen desde Cabeza Gatos a la Casona y el Caserío de Santillana con el objetivo de cortar las comunicaciones entre los defensores de la Granja y Segovia, tomar el cerro de Matabueyes. Con esta acción querían evitar que el Palacio de la Granja se convirtiese en un nuevo Alcázar de Toledo. Sin embargo, el plan republicano quedo en papel mojado ya que la aviación nacional batió una y otra vez las líneas de vanguardia republicanas, haciendo mella de tal forma que ni la artillería, ni la escasísima aviación republicana pudieron dar réplica. El resultado fue desastroso para los republicanos, ya que se retrocedió hasta las posiciones iniciales de antes de la batalla, perdiendo todo el terreno ganado y la emblemática posición de Cabeza Grande.
El día 2 de Junio, las tropas republicanas hicieron un último y desesperado intento para tomar Segovia, aunque las escasas fuerzas y las numerosas bajas causadas en los días anteriores no hicieron más que aumentar la agonía. A pesar de los envites sobre Cabeza Grande con infantería y artillería, todos fueron rechazados y la línea del frente volvió a las cumbres de la Sierra de donde no se moverían hasta el final de la guerra.
Cuando los disparos dejaron de oírse y el silencio ocupó nuevamente el desolador escenario se pudieron cuantificar las bajas producidas por este despropósito: en torno a 1.300 hombres por parte de los republicanos y 1.000 por parte de los nacionales. Los cuerpos inertes de los combatientes quedaban esparcidos por las laderas de Cabeza Grande y Cabeza Gatos. Grandes masas de pinos centenarios fueron arrasados por el fuego y los impactos de los miles de proyectiles que escupieron las armas de ambos ejércitos. Un rastro de muerte y desolación que marcó el devenir de la contienda.
Quizás sea momento de releer a Ernest Hemingway y su “Por quién doblan las campanas” donde recrea parte de la ofensiva republicana, o quizás la novela del recientemente fallecido Horacio Vázquez Rial “El soldado de Porcelana” donde se adentra en la biografía de Gustavo Durán, participante activo de la ofensiva. Ambas lecturas nos darán una visión más certera de los que supone una guerra, allá donde hoy apenas podemos distinguir algunos restos de parapetos, búnkeres, trincheras o casamatas, hace años fueron escenario de la sinrazón.
El descubrir los antiguos lugares de contienda es un ejercicio no solo físico sino mental, que nos ayuda a comprender por qué tras las huellas de la destrucción y la guerra siempre vencerá la vida y la paz. Arboles y matorrales borrarán nuestras huellas pero nunca nuestra memoria.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Casa en venta en Vilamane (Lugo)

Preciosa casa de piedra construida según la arquitectura popular de la zona (Os Ancares lucenses), con tejado de pizarra, vigas y suelo de madera de castaño, techo a vista.
Distribución en dos plantas, totalmente restaurada y amueblada con todas las comodidades: lavadora, secadora, vitrocerámica, frigorífico ,congelador, etc. Cocina económica (de leña) y chimenea francesa en la planta inferior. Magnifico corredor con vistas al exterior en un paraje idilico dentro de una zona catalogada como reserva de la biosfera por la Unesco en los Ancares lucenses.
Agua corriente de excelente calidad con cualidades diuréticas. La casa y el entorno son ideales para disfrutar de la naturaleza, de la vida apacible y saludable sin prescindir de las comodidades de la vida moderna.
Contacto: Ignacio 649 941 613, 91 848 6570
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miércoles, 4 de julio de 2012

Constancio Bernaldo de Quirós

(Madrid, 1873 – México, 1959). Escritor, sociólogo y eminente criminólogo. Uno de los padres de la Reforma Agraria en tiempos de la segunda Republica. Cofundador y presidente de la Sociedad de Alpinismo Peñalara en 1913. Discípulo de la Institución de Libre Enseñanza, fue uno de los pioneros en adentrarse junto a su maestro Giner de los Ríos en la Sierra del Guadarrama. Autor de, entre otros, Peñalara- La Revista ilustrada de Alpinismo, GuadarramaLa Pedriza del Real de Manzanares, Peña Lara y Guia alpina del Guadarrama.
Constancio Bernaldo de Quirós
De la mano de Constancio, la Sierra del Guadarrama se abrió a los ojos de los institucionalistas primero, deportistas después y gran público visitante hasta nuestros días.
Lejos queda aquel Septiembre de 1902, cuando llegaron al Monasterio Cartujo de El Paular un grupo de estudiantes entre los que se encontraba Constancio. Junto con los miembros de la Sociedad de Excursionistas Militares capitaneados por el Teniente Jose Ibañez Marín, algunos naturalistas y entomólogos, y un puñado de alemanes entre los que se encontraba Karl Coppel, aquel inhóspito y remoto valle de Lozoya se conformaría como el germen de la actividad senderista madrileña y casi española.
Ya en 1913, gran parte de esta amalgama de gentes de diversas procedencias que aunaban el interés por descubrir las facetas ocultas de la Sierra, fundarían la Sociedad de Los Doce Amigos de Peñalara, la cual daría pie en 1915 a la creación de Sociedad Española de Alpinismo Peñalara.
Aquella semilla fue creciendo y suscitando el interés por la Sierra del Guadarrama y Constancio afinazó ese crecimiento con obras como Guía Alpina del Guadarrama, publicada en 1909 y Guadarrama en 1915.
La labor de la Sociedad se centró en sacar a la luz y poner en conocimiento del gran público todas las bondades de la Sierra. Para ello empezaron a publicar la revista Peñalara, que incluía artículos de lo más heterogéneos: desde los claramente deportivos a los de carácter histórico o geológico. Bajo este símbolo, Peñalara se fue convirtiendo poco a poco en el gran referente del alpinismo nacional.
Peñalara
Aparte de divulgar los nuevos descubrimientos que aportaban estas primeras excursiones a la sierra de Madrid, la recién creada sociedad se centró también en facilitar a sus miembros el acceso a la misma. Con este planteamiento construyeron en 1916 el refugio Giner de los Ríos, situado en la Umbría Calderón, en el corazón de La Pedriza.
Este nuevo refugio sustituiría al precario Chozo Kindelán que había servido de resguardo a los primeros escaladores que tenían el La Pedriza su paraíso granítico; nos referimos a los hermanos Kindelán, Juan, José Manuel y Ultano.
Constancio impulsó en 1923 la declaración de la Sierra del Guadarrama como Parque Nacional. Fue el primer intento que se llevó a cabo por la Sociedad Peñalara.
En la Republica, Constancio volcó en su labor como representante de la Administración en la Junta Agraria, dando las pautas de la polémica Reforma que apenas empezó a desarrollarse. En Golpe de Estado de 1936 y la posterior Guerra Civil marcó el devenir de Constancio que tuvo que exiliarse a Francia en 1939. Allí pasa unos años junto con su mujer, dos hijas y dos nietos. Transcurrido ese tiempo, se traslada a la Republica Dominicana donde es nombrado profesor de criminología de la Universidad Ciudad Trujillo, posteriormente pasa a Cuba y finalmente a México, donde brillará como criminólogo y sociólogo hasta su muerte en 1959.
Fue, sin duda, otro dramático caso de excelencia y talento español allende los mares, fuera de su país natal que tanto lo necesitaba.

sábado, 16 de junio de 2012

Ermita de San Isidro Labrador (El Boalo)

Enclavada en la ruta del Camino de Santiago, a medio camino entre Manzanares El Real y El Boalo, y situada a los pies de la Peña Mediodía (1.327 m) y de la Torreta de los Porrones (1.372 mts), este edificio de reciente construcción que emula el estilo tradicional a base de mampostería de granito, sirve de punto de reunión a los vecinos de El Boalo todos los 15 de mayo.
Ermita de San Isidro
Justo en la base de una pronunciada pendiente que, culmina en el Collado de Valdehalcones, y a los pies de la GR 10, la ermita situada en el paraje conocido como Las Laderas de Matalpino es también descansadero y merendero, habiendo sido habilitado con unas mesas de piedra para disfrute y recreo de vecinos y visitantes.
Desde aquí se divisa el conjunto de canchos graníticos de caprichosas formas que se suceden hasta coronar la también llamada Sierra de La Maliciosa; Peña Blanca, Collado de la Lobera, Cacho de las Porras, Cancho del Porrón, Collado del Porrón y el Collado de Vacas, anteceden a la totémica cumbre velazqueña La Maliciosa (2.227m).
Orientada al sur, la ladera de esta cuerda sirvió de refugio a bandoleros y maquis, dado lo agreste de la orografía y lo intrincado de la vegetación, otrora colmada de encinas, robles y enebros. Hoy en día, apenas un puñado de estas especies sobrevive a la pertinaz solana estival y a la voracidad del ganado que durante años ha ido descarnando el terreno.
La lenta recuperación vegetal de la zona, con zarzales, jarales, rosales silvestres y endrinos, unido al progresivo retroceso de la ganadería bovina y a lo agreste de la pendiente, hace que los caminos circundantes sean intrincados vericuetos difíciles de caminar.
Sin duda eligieron bien los habitantes bobaleños la ubicación de la ermita en este singular paraje, punto de partida de las rutas que recorren las Cuerda de los Porrones, cuna de leyendas y hogar de prófugos que quizás aún hoy albergue secretos sin descubrir, a la espera que algún afortunado paseante lo saque a la luz .

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jueves, 14 de junio de 2012

La Pedriza bandolera

Que a las nueve de la mañana ya no se pueda acceder en coche hasta el aparcamiento de Canto Cochino, en el interior de la Pedriza, no es habitual. Por eso nos extrañó sobremanera que hubiera una larga fila de coches esperando a acceder a esa hora. Y es que era justo este fin de semana cuando entraba en vigor la nueva ordenanza de la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid para limitar el acceso diario a 183 vehículos (la mitad que antes).
Sin dudarlo un momento, dejamos el coche allí mismo y comenzamos la ruta por la GR-10 sentido Santiago de Compostela. Al poco, tomamos una subida paralela al Arroyo Campuzano para alcanzar la pista forestal que sale desde el aparcamiento del Collado Campuzano, nuestro planeado punto de partida frustrado por el atasco. Como de costumbre en La Pedriza, este inesperado primer tramo nos brindó las primeras soberbias vistas de la sierra, con espectaculares panorámicas de la Sierra de los Porrones y de toda la vertiente occidental de La Pedriza.

La Pedriza bandolera
Dejando a un lado la finca Tinada de Quiñones y ascendiendo por las famosas zetas entre largas filas de pinos y algún que otro cedro libanés, caemos en la cuenta de la suerte que hemos tenido con la meteorología: parcialmente nublado y con brisa fresca. Ideal para una pedricera mañana de junio.
Tras realizar un par de atajos por la zona de las zetas (cuidado con salir de entre los pinos muy distraídos, que suben y bajan ciclistas por la pista), alcanzamos un poco por encima del Arroyo de la Majada del Caco, la PRM16 proveniente del Collado de Quebrantaherraduras. Avanzamos por el fatigoso camino por el que nos encontramos geólogos tomando muestras y rehabilitando señales en una zona con una pendiente muy considerable. Poco después, abandonamos este duro y tortuoso sendero que busca las faldas de La Maliciosa para, a la altura de la Loma de las Casiruelas, girar a la izquierda para buscar la cuerda de la Sierra de los Porrones y el Barranco del Robledillo, bandolero fin de esta ruta.
Las vistas desde el Collado de Valdehalcones son apabullantes: mirando a levante, una inesperada perspectiva del Yelmo nos hace parecer el peñasco mucho más digno y sobresaliente que en las clásicas vistas desde el sur donde apenas parece una tachuela pétrea. Más al norte, el Collado de la Ventana nos ofrece una pintoresca y geométrica visión de la frontera que establece con la Pedriza posterior. Mirando al sur, el Embalse de Manzanares el Real y Cabeza Illescas. Mirando a poniente, la Sierra de Hoyo, y las localidades de Cerceda y El Boalo. Si nuestra mirada no escapa a varios kilómetros, sino a pocos metros, nos vemos rodeados de un mar de jaras en flor, así como de cebollinos y narcisos silvestres, creando todo ello un tapiz multicolor sobre las laderas serranas que maravillan nuestra vista y deleitan nuestro olfato.
Decididos a enfilar el Barranco del Robledillo, seguimos una pista señalizada con círculos rojos sobre las piedras. Rápidamente el descenso se vuelve realmente peligroso por la gran pendiente, las zarzas, las raíces traicioneras, los arroyuelos que enfangan la pista y, sobre todo, laarena suelta por todo el camino que hará resbalar a las mejores suelas vibram poniendo en constante prueba la pericia y el equilibrio de los senderistas que por allí se aventuran. Quizá éste sea el motivo por el que esta ruta suele hacerse en sentido horario y no antihorario como lo estamos acometiendo nosotros.
El camino nos brinda varias sorpresas interesantes, como toparnos con un buitre leonado asomado desde su buitrera apenas a unos metros de nosotros y que se echa a volar asustado por nuestra repentina aparición. Algún que otro vivac artesanalmente cuidado nos da idea de lo útil que puede resultar ante un clima adverso, máxime ahora que empiezan a caernos algunas gotas desde la amenazadoras nubes aceradas que se están abriendo paso desde Segovia y que parecen estar descargando en las más altas cumbres guadarrameñas.
Buitre leonado
Pero sin duda, la guinda de esta ruta es el súbito encontronazo que supone el descubrimiento de la Cueva del bandolero Pablo Santos, del todo indistinguible ya sea bajando, subiendo o desde los laterales. La cueva natural se forma soterradamente bajo una gran piedra cuya entrada sólo se ve a escasos metros de la misma. En el interior llevó a cabo mil tropelías el temido bandolero y su cuadrilla de malvados. Tras unos instantes en su amplio interior imaginando lo que pudo suponer vivir en aquellos parajes (tanto en la piel de los forajidos como de los posibles amedrentados o secuestrados), retomamos camino buscando el Arroyo del robledillo, donde la pendiente se dulcifica y convierte el resto de la bajada en una bucólica senda invadida por la vegetación mediterránea en flor.
Una cantera abandonada en el descansadero-abrevadero del Salegar en la Solanilla nos indica la cercanía del camino de Matalpino al que accedemos justo en el punto donde se encuentra la coqueta Ermita de San Isidro Labrador en la que nunca falta gente del Boalo dándose a la merendola o a la simple observación del devenir de las horas dominicalesCon los doloridos pies ya en la GR-10 sentido Madrid, encauzamos nuestra última parte de ruta haciendo recopilación de los puntos de interés observados y las peripecias acaecidas pensando ya en la reparadora cervecita que nos espera en el pueblo y que pondrá fin a una muy bandolera excursión por nuestra querida Pedriza del Manzanares.
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