viernes, 4 de mayo de 2012

Parque Natural de la Sierra de Irta

Pocos litorales naturales se encuentran tan devastados como el del levante español, cuyo medio ambiente ha sido prácticamente eliminado por el urbanismo desaforado comenzado en la época del desarrollismo y culminado con la reciente burbuja inmobiliaria. Todo ello hace de la Sierra de Irta un lugar especialmente singular, un oasis natural de obligada visita para los amantes de la naturaleza.
Todos los años miles de turistas visitan el vistoso castillo y las estupendas arrocerías de Peñíscola sin reparar en la verde sierra que abraza por el sur a la localidad castellonense. Muy pocos de estos turistas llegan a acceder al parque natural, a pesar de que sus caminos y sendas están abiertos completamente al paso de caminantes, bicicletas e incluso automóviles (en el interior del parque hay numerosas fincas con pequeñas explotaciones agrícolas a las que acceden vecinos de la zona).

Rutas de la Sierra de Irta

La densidad de singularidades históricas y naturales es verdaderamente notable. En menos de 8.000 hectáreas, este parque natural atesora auténticas joyas de la fauna como el halcón de Eleonor, el cormorán moñudo, la gaviota de Audouín o el paíño europeo, además de especies vegetales puramente mediterráneas como el palmito (única palmera realmente europea), el hinojo, el espino negro, el lentisco, la sabina negra, la albaida, la broja, el pino piñonero, la coscoja y el geranio de Irta, un curioso endemismo de esta sierra. Además, el parque alberga dos castillos templarios, un poblado íbero del siglo VII a.C., dos ermitas del siglo XVII y varias torres de vigilancia marítima de origen árabe.
La orografía del parque está formada básicamente por dos formaciones montañosas paralelas a la costa culminadas por el pico Campanelles (543 m) y separadas por el valle de Estopet, que se encuentra surcado por múltiples sendas y caminos que harán las delicias de cualquier senderista que se acerque por allí, ya sea andando o en bicicleta, pudiendo pasar de la contemplación de una denso sotobosque mediterráneo a admirar las fantásticas vistas desde el acantilado Torre Badum.
Afortunadamente, no todo en la costa levantina son resorts y edificaciones. La codiciosa vorágine constructora no ha llegado hasta esta magnífica sierra que fue declarada Parque Natural en 2002 y que supone un conspicuo ejemplo de lo que la costa siempre fue y nunca debió dejar de ser.
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