sábado, 16 de junio de 2012

Ermita de San Isidro Labrador (El Boalo)

Enclavada en la ruta del Camino de Santiago, a medio camino entre Manzanares El Real y El Boalo, y situada a los pies de la Peña Mediodía (1.327 m) y de la Torreta de los Porrones (1.372 mts), este edificio de reciente construcción que emula el estilo tradicional a base de mampostería de granito, sirve de punto de reunión a los vecinos de El Boalo todos los 15 de mayo.
Ermita de San Isidro
Justo en la base de una pronunciada pendiente que, culmina en el Collado de Valdehalcones, y a los pies de la GR 10, la ermita situada en el paraje conocido como Las Laderas de Matalpino es también descansadero y merendero, habiendo sido habilitado con unas mesas de piedra para disfrute y recreo de vecinos y visitantes.
Desde aquí se divisa el conjunto de canchos graníticos de caprichosas formas que se suceden hasta coronar la también llamada Sierra de La Maliciosa; Peña Blanca, Collado de la Lobera, Cacho de las Porras, Cancho del Porrón, Collado del Porrón y el Collado de Vacas, anteceden a la totémica cumbre velazqueña La Maliciosa (2.227m).
Orientada al sur, la ladera de esta cuerda sirvió de refugio a bandoleros y maquis, dado lo agreste de la orografía y lo intrincado de la vegetación, otrora colmada de encinas, robles y enebros. Hoy en día, apenas un puñado de estas especies sobrevive a la pertinaz solana estival y a la voracidad del ganado que durante años ha ido descarnando el terreno.
La lenta recuperación vegetal de la zona, con zarzales, jarales, rosales silvestres y endrinos, unido al progresivo retroceso de la ganadería bovina y a lo agreste de la pendiente, hace que los caminos circundantes sean intrincados vericuetos difíciles de caminar.
Sin duda eligieron bien los habitantes bobaleños la ubicación de la ermita en este singular paraje, punto de partida de las rutas que recorren las Cuerda de los Porrones, cuna de leyendas y hogar de prófugos que quizás aún hoy albergue secretos sin descubrir, a la espera que algún afortunado paseante lo saque a la luz .

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jueves, 14 de junio de 2012

La Pedriza bandolera

Que a las nueve de la mañana ya no se pueda acceder en coche hasta el aparcamiento de Canto Cochino, en el interior de la Pedriza, no es habitual. Por eso nos extrañó sobremanera que hubiera una larga fila de coches esperando a acceder a esa hora. Y es que era justo este fin de semana cuando entraba en vigor la nueva ordenanza de la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid para limitar el acceso diario a 183 vehículos (la mitad que antes).
Sin dudarlo un momento, dejamos el coche allí mismo y comenzamos la ruta por la GR-10 sentido Santiago de Compostela. Al poco, tomamos una subida paralela al Arroyo Campuzano para alcanzar la pista forestal que sale desde el aparcamiento del Collado Campuzano, nuestro planeado punto de partida frustrado por el atasco. Como de costumbre en La Pedriza, este inesperado primer tramo nos brindó las primeras soberbias vistas de la sierra, con espectaculares panorámicas de la Sierra de los Porrones y de toda la vertiente occidental de La Pedriza.

La Pedriza bandolera
Dejando a un lado la finca Tinada de Quiñones y ascendiendo por las famosas zetas entre largas filas de pinos y algún que otro cedro libanés, caemos en la cuenta de la suerte que hemos tenido con la meteorología: parcialmente nublado y con brisa fresca. Ideal para una pedricera mañana de junio.
Tras realizar un par de atajos por la zona de las zetas (cuidado con salir de entre los pinos muy distraídos, que suben y bajan ciclistas por la pista), alcanzamos un poco por encima del Arroyo de la Majada del Caco, la PRM16 proveniente del Collado de Quebrantaherraduras. Avanzamos por el fatigoso camino por el que nos encontramos geólogos tomando muestras y rehabilitando señales en una zona con una pendiente muy considerable. Poco después, abandonamos este duro y tortuoso sendero que busca las faldas de La Maliciosa para, a la altura de la Loma de las Casiruelas, girar a la izquierda para buscar la cuerda de la Sierra de los Porrones y el Barranco del Robledillo, bandolero fin de esta ruta.
Las vistas desde el Collado de Valdehalcones son apabullantes: mirando a levante, una inesperada perspectiva del Yelmo nos hace parecer el peñasco mucho más digno y sobresaliente que en las clásicas vistas desde el sur donde apenas parece una tachuela pétrea. Más al norte, el Collado de la Ventana nos ofrece una pintoresca y geométrica visión de la frontera que establece con la Pedriza posterior. Mirando al sur, el Embalse de Manzanares el Real y Cabeza Illescas. Mirando a poniente, la Sierra de Hoyo, y las localidades de Cerceda y El Boalo. Si nuestra mirada no escapa a varios kilómetros, sino a pocos metros, nos vemos rodeados de un mar de jaras en flor, así como de cebollinos y narcisos silvestres, creando todo ello un tapiz multicolor sobre las laderas serranas que maravillan nuestra vista y deleitan nuestro olfato.
Decididos a enfilar el Barranco del Robledillo, seguimos una pista señalizada con círculos rojos sobre las piedras. Rápidamente el descenso se vuelve realmente peligroso por la gran pendiente, las zarzas, las raíces traicioneras, los arroyuelos que enfangan la pista y, sobre todo, laarena suelta por todo el camino que hará resbalar a las mejores suelas vibram poniendo en constante prueba la pericia y el equilibrio de los senderistas que por allí se aventuran. Quizá éste sea el motivo por el que esta ruta suele hacerse en sentido horario y no antihorario como lo estamos acometiendo nosotros.
El camino nos brinda varias sorpresas interesantes, como toparnos con un buitre leonado asomado desde su buitrera apenas a unos metros de nosotros y que se echa a volar asustado por nuestra repentina aparición. Algún que otro vivac artesanalmente cuidado nos da idea de lo útil que puede resultar ante un clima adverso, máxime ahora que empiezan a caernos algunas gotas desde la amenazadoras nubes aceradas que se están abriendo paso desde Segovia y que parecen estar descargando en las más altas cumbres guadarrameñas.
Buitre leonado
Pero sin duda, la guinda de esta ruta es el súbito encontronazo que supone el descubrimiento de la Cueva del bandolero Pablo Santos, del todo indistinguible ya sea bajando, subiendo o desde los laterales. La cueva natural se forma soterradamente bajo una gran piedra cuya entrada sólo se ve a escasos metros de la misma. En el interior llevó a cabo mil tropelías el temido bandolero y su cuadrilla de malvados. Tras unos instantes en su amplio interior imaginando lo que pudo suponer vivir en aquellos parajes (tanto en la piel de los forajidos como de los posibles amedrentados o secuestrados), retomamos camino buscando el Arroyo del robledillo, donde la pendiente se dulcifica y convierte el resto de la bajada en una bucólica senda invadida por la vegetación mediterránea en flor.
Una cantera abandonada en el descansadero-abrevadero del Salegar en la Solanilla nos indica la cercanía del camino de Matalpino al que accedemos justo en el punto donde se encuentra la coqueta Ermita de San Isidro Labrador en la que nunca falta gente del Boalo dándose a la merendola o a la simple observación del devenir de las horas dominicalesCon los doloridos pies ya en la GR-10 sentido Madrid, encauzamos nuestra última parte de ruta haciendo recopilación de los puntos de interés observados y las peripecias acaecidas pensando ya en la reparadora cervecita que nos espera en el pueblo y que pondrá fin a una muy bandolera excursión por nuestra querida Pedriza del Manzanares.
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